¿Recuerdas, amor mío,
cuando en el setenta y cinco
recorríamos kilómetros
de Moncloa a la Gran Vía
cogidos de la mano?
La Puerta del Sol,
Arenal,
El Teatro Real…
Los domingos,
comida en El Luarqués,
sesiones de cine
por la tarde
y, al anochecer,
concierto de jazz en un café,
dejándonos mecer
por el saxo de Iturralde.
Ajenos a los turbulentos
tiempos de dictadura,
nos cubríamos de besos
y recorríamos Madrid,
como si solo fuese nuestro.
España entera buscaba
la libertad a dentelladas,
pero nosotros la teníamos
en el ardor de una mirada.