¡Qué lástima
que ya no pueda
revivir los momentos
más felices de mi infancia!
¡Qué lástima
que ya no sepa
soñar como soñaba
e imaginarme volando
sobre campos y montañas!
¡Qué lástima
que ya no pueda
jugar como jugaba
y construir todo un mundo
con tacos de madera!
¡Qué lástima
que ya no tenga
alas en mis piernas
ni sueños en mi cabeza!
¡Qué lástima
que mi voz ingenua
se haya apagado
en el ardor de adolescencia!
¡Qué lástima!
¡Qué lástima
perder la infancia,
y las alas,
y los sueños,
y los juegos
y hasta mi voz ingenua!