CUDILLERO
Las calles de mi pueblo tienen
serpenteantes surcos de piedra
y escalones interminables
que me llevan hasta el cielo.
Las casas de mi pueblo tienen
paredes blanqueadas
y pequeños ventanales
abiertos hacia el mar.
Las gentes de mi pueblo tienen
el mar fluyendo en sus venas
y un olor a salitre
que toda su vida penetra.
La mar de mi pueblo tiene
boca que besa y muerde:
besos de pez de plata,
mordiscos que a veces matan.
Mar, gentes, calles y casas
de mi añorado pueblo,
tenéis mi infancia atrapada
entre imborrables recuerdos.
Por eso, siempre que puedo,
regreso a Cudillero,
me sumerjo en su mar,
respiro su brisa
y, mientras me voy,
sueño que vuelvo.