Cabizbajo,
ausente,
flaco,
desgreñado,
tañe el viejo ciego
las cuerdas de su guitarra.
Sentado en la fría piedra
se le hielan las entrañas,
mientras las notas
tristes
invaden la plaza
de azul y esperanza,
implorando la moneda
que casi nunca llega.
De nuevo el viejo entona
sus melancólicos poemas,
mientras la vida
se le escapa
entre las azuladas piedras.
S. FIDALGO